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jueves, 11 de abril de 2013

LA ESTRELLA DE DAVID por Salvador Moret


Intentando hacer memoria para situar el inicio de la decadencia moral que nos está tocando vivir, caigo en la cuenta que ese no es el problema actual, sino que no sabemos cómo puede finalizar.
Es preocupante ver cómo unos políticos son acosados por la calle y hasta a las puertas de sus viviendas. Pero aun es mayor el estupor que causa ver cómo pasan los días y no hay nadie de los que se supone tienen la obligación de guardar y hacer guardar el orden que ponga remedio a ese desorden.
No hace mucho veíamos a unos caraduras, que para más humillación se identifican como políticos, o sea que sus salarios provienen de las arcas públicas, cómo entraban en los supermercados, cargaban las cestas y se marchaban sin pagar. Y además, agredían al personal trabajador.
En la actualidad, y desde hace unos cuantos años, no pasa un solo día que no nos despertemos con alguna gansada de algún personaje público. Puede ser un juez, un concejal, un sindicalista, un alcalde, un presidente de comunidad, o el hijo, o un sobrino, o un amigo, o la cuñada. El caso es que el abuso de los que están en posición de dar ejemplo, está a la orden del día.
Y nadie hace nada para remediarlo.
Sí, es cierto que se habla mucho sobre esas cosas. Y se escribe mucho también. Pero ahí termina la acción. Y eso desespera al hombre de la calle.
Y como esa sensación de abandono y desprotección que siente el ciudadano medio viene de muy antiguo, la desinhibición de las autoridades reafirma la creencia de que la ocupación de los políticos es vivir por encima de sus posibilidades y hacerse ricos a costa del pueblo.
¿Ocuparse de los desalmados? ¿Hacer cumplir la ley? Pero, ¿qué fuerza moral puede fustigarles a hacer cumplir la ley cuando ni siquiera ellos la cumplen? Esa es la impresión que se tiene en la calle.
Afortunadamente, en el pueblo llano todavía existe más cordura y sensatez de la que cabría pensar. Y honradez también. Pero todo tiene sus límites, porque los despotismos, como todo lo que es excesivo en la vida, acaban mal.
Los comportamientos que estamos viendo últimamente de atosigamiento a los que no piensan como ellos son muy preocupantes. Los organizadores de estas cargas son tipos que bajo la bandera de indignación, solo pretenden pescar en las aguas revueltas, sin percatarse, o tal vez precisamente por eso, que su proceder no hace más que emponzoñar la convivencia.
Parece increíble, pero a juzgar por ciertas conductas y maneras, es fácil deducir que existe gente que piensa que cuanto peor, mejor.
Y para neutralizar ese desconcierto está la autoridad; para velar por el ciudadano, que es la gran mayoría. Pero al parecer, está en paradero desconocido.
Y si el gobierno no acomete su obligación y pone orden en la calle, no será extraño que en un futuro no muy lejano, aquellos prepotentes que se sienten bien en medio del caos, exijan a los que no comulgan con sus teorías, se identifiquen con una cruz en la solapa, o una estrella de David, que para el caso es lo mismo.

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