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domingo, 21 de abril de 2013

INDIGNADOS por Salvador Moret


En aquel entonces mucha gente se alegraba cuando ETA asestaba un golpe. Tal vez algunos lo recuerden todavía. Las víctimas solían ser militares o miembros de las fuerzas del orden.
De ello no hace tanto tiempo, es cierto, pero la verdad es que parece que haga una eternidad. Eran los últimos años de Franco.
Sí, sí; por extraño que nos suene, había gente que se alegraba de aquellos atentados. Y se alegraban porque, inocentes, se imaginaban que aquello era una lucha contra Franco, y cuando se acabara su régimen ETA se disolvería y viviríamos en paz.
Después llegó la desilusión. Aquellos que veían a los terroristas como unos valientes que luchaban contra la dictadura, al acabar ésta, perplejos y desorientados, no entendían por qué los asesinos seguían disparando.
Esos confusos vecinos eran los disconformes con la dictadura que, apocados y miedosos, no se atrevían a levantar la voz contra el régimen y esperaban que otros hicieran el trabajo sucio.
No tardaron en percatarse de que los fines de los asesinos eran otros. Y las consecuencias ya las conocemos.
Pero, a pesar de esta historia macabra que todavía fluctúa en nuestras retinas, llegan ahora los indignados, con la última hornada de los anti desahucios, y surge esa marea de gente alborotadora, camorrista y acosadora, siempre dispuesta a provocar el caos con sus frases que apabullan a los políticos y a las instituciones, y que tanto agradan a los callados y medio escondidos descontentos, que, como antes, esperan que alguien les resuelva sus frustraciones y reveses.  
Cierto que hay descontentos; aunque probablemente no son muchos más que en otras épocas. Eso sí, el aire que respiramos actualmente está verdaderamente emponzoñado.
Que existe malestar en gran parte de la población es evidente, porque mientras muchas economías se tambalean, otras, que disfrutan de privilegios no alcanzables a todos los mortales, engrosan sus arcas privadas con métodos no siempre lícitos.
Y los ojos de estos indignados se giran hacia los políticos y banqueros principalmente, quienes, con sus abusos de poder y escándalos financieros, mantienen a la población en vilo. Un caldo de cultivo que sirve para que los camorristas, los acosadores y los partidarios del desorden se crezcan y cada vez haya más gente dispuesta a participar en sus algaradas.
Un aldabonazo en las conciencias de políticos y banqueros; una advertencia para que pongan remedio a sus desmanes. Unos desmanes que hasta el momento, el hombre de la calle no aprecia rectificación alguna por ninguna parte, como tampoco ve el menor indicio de que se vayan a tomar medidas para subsanar esos desequilibrios.
Y esa indiferencia de los políticos y banqueros hacia el pueblo es lo que a éste le enfada, y en grado sumo.
Es posible que una vez más, como siempre ha sido su proceder, los políticos y los banqueros confíen que las aguas agitadas que hoy convulsionan la convivencia, con el correr de los días se apacigüen. Pero con ese proceder; con esa política de mirar hacia otro lado o levantarse de hombros como si todo estuviera en orden, puede costar un disgusto.

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