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domingo, 7 de abril de 2013

EL ORIGEN DE LAS COSAS por Salvador Moret


Muy a menudo me he preguntado el por qué de las diferencias sociales entre las naciones del norte de Europa, y también de América, y las del sur, respectivamente.
Y a continuación me acuden una serie de respuestas la mar de simplonas: la corrupción de los políticos; la intolerancia generalizada; la prepotencia de las autoridades, y así muchas otras gansadas que todos repiten con aire aburrido ante la realidad a la que hace mucho tiempo ya asumieron como inevitable.
Pero si profundizo en la pregunta y me planteo el motivo, es decir, la causa de por qué están así las cosas, las respuestas me llevan directamente al pasado. Porque esas diferencias no son de hoy, sino desde hace siglos. O sea, que necesariamente tenemos que retroceder en el tiempo unos cuantos centenares de años.
Por ejemplo, a estas alturas nadie duda de que en América latina esté instalada la corrupción institucional, mientras que en el norte, no vamos a ocultarlo, puesto que también tienen sus lances y puñaladas bajo capa, desconocen aquello que han popularizado los países del sur como repúblicas bananeras.
Y el razonamiento que se me ocurre es elemental: algo tendrá que ver quiénes colonizaron el norte y quiénes colonizaron el sur del continente americano. Nosotros, los españoles, nos sentimos muy orgullosos de ser los descubridores y conquistadores de tan vastos terrenos, y es así debido a las doctrinas que nos han inculcado durante generaciones.
Y con ese orgullo seguimos viviendo, aunque creo que jamás nos haya aportado algún beneficio. Al español de base, y desde el inicio, a excepción de aquellas escapadas a hacer las américas, más bien le ha perjudicado. Aunque analizar este punto nos llevaría mucho tiempo.
Curiosamente, es coincidente que en Europa suceda exactamente el mismo fenómeno de imagen de informalidad y formalidad entre el sur y el norte.
Coincidencia que no puede ser casualidad. Y rebuscando en el pasado, recuerdo que a los españoles siempre se nos transmitió la idea de que las intenciones de aquella gente de la España en decadencia que emigraba a América, fueron principalmente cristianizar a aquellos infieles y pobres infelices que vivían alejados de la gracia de Dios.
En cambio, los europeos del norte siempre reconocieron abiertamente y sin tapujos que los aventureros que partieron hacia América huían de la miseria del entorno que les vio nacer, y que sus intenciones no eran otras que probar fortuna y mejorar sus maltrechas economías. Tenían poco que perder, y buscaban el bienestar que sabían nunca encontrarían en su patria.
Notable diferencia de motivaciones. O tal vez no, que probablemente también los españoles buscaban las mismas mejoras económicas que los otros, solo que lo encubrían con fines más filántropos. O, posiblemente, no fueran ellos quienes lo ocultaran, sino las autoridades, que por aquello de lavar su imagen se afanaron en darle unas pinceladas de color amable para que siguiéramos viendo una realidad distorsionada.
Y muy probable que con esa deformación de la realidad comenzara la pestilencia. Al menos los hechos hablan en esa dirección.
La cuestión es que donde los muy católicos españoles dejamos las semillas, éstas germinaron y dieron sus frutos. Y aquellos otros pueblos que se asentaron en el norte de América, profundamente cristianos también, pero no católicos, los hechos nos demuestras que han tenido otra evolución.

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