En la sección
de “FÚTBOL, leo en un periódico:
“El hasta
ahora director deportivo del Spartak de Moscú, Valeri Karpin, ocupará el lugar
del español Unai Emery al frente del banquillo, según informan las agencias
rusas”.
Y yo, que
apenas sigo los altibajos del fútbol nacional, y mucho menos del extranjero,
leo la noticia de pasada, sin centrarme mucho en lo que estoy leyendo. De
pronto algo chirría en mi conciencia y vuelvo al inicio de la reseña. La leo
otra vez y capto el motivo de mi descolocación. A juzgar por los nombres no
sabía muy bien quién de los dos era el ruso.
En el mismo
periódico, no muy alejado de la primera reseña, encuentro otra que dice:
“La sanidad
pública de Madrid, en huelga contra los cambios y privatizaciones”.
Y si la
primera reseña me había dejado un tanto inseguro, esta segunda no la entiendo
en absoluto.
Es decir, los
profesionales de la medicina se lanzan a la huelga porque los políticos quieren
hacer unos cambios. Seguramente son cambios de importancia que les va a afectar
en algún sentido, y no precisamente para mejorar su posición actual. Hasta ahí
llego.
Comprendo su
enfado, faltaría más. Pero lo que no termino de comprender es que para su
desahogo y mostrar su enfado con los políticos, lo hagan con los pacientes
dándoles una patada en el trasero.
Todo eso en
el día después de las elecciones, cuando los periódicos vienen cargaditos de
opiniones, explicaciones y justificaciones.
Y lo que leo
a este respecto, lo entiendo menos que las dos reseñas anteriores.
A todos estos
sabios que igual los vemos en la televisión que los escuchas en una emisora de
radio, o leemos sus escritos en un periódico, les falta el tiempo para dar lecciones
de esto y de aquello el día después de las elecciones. Es curioso lo que saben
estos tíos, porque igual hablan de política como de comercio exterior. Y si se
tercia opinar sobre las sardinas del norte o cómo se vive en la Laponia, ahí
están ellos prestos a asentar cátedra con sus conocimientos.
Y cuántos de
ellos, muy serios y concienzudos, aseguran que estos resultados eran
precisamente los que habían vaticinado. Todos. Y los que no lo expresan,
justifican que ellos lo intuían, porque los indicios conducían a esa
conclusión. Vaya, que se veía venir, y solo un tonto no lo supo ver.
Y en cuanto a
los políticos, ¡ay!, éstos tienen la gracia de hacernos ver que un burro vuela.
Voy leyendo opiniones y todos se dan por contentos. Todos han ganado.
Anteriormente
ya les decía que no entendía nada. Porque, vamos a ver, si yo tengo diez y
persigo alcanzar quince, pero solamente logro cinco, ¿puedo afirmar que estoy
contento con el resultado?
Al parecer,
sí.
¡Oiga! Y
nadie se ruboriza.
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