Está en boca de todos, y aun así es posible que todavía
quede alguien en suelo patrio que ignore que estamos metidos hasta el cuello en
una crisis de caballo, aunque cabe dudarlo.
Y como
es cosa sabida por todos, pocos contradicen al gobierno cuando éste anuncia que
hay que hacer ajustes y apretarse el cinturón. Pero, ¡ay!, pocos registran que
eso de apretarse el cinturón vaya con ellos. A excepción de funcionarios y
jubilados, a quienes por el artículo treinta y tres les marcaron el camino y
ahí los tienen, pagando religiosamente sin quejarse y sin decir esta boca es
mía.
Pero cuando
a otros colectivos más privilegiados – qué curioso, precisamente esos que
disfrutan de mayores favores – han comenzado a tocarles los bolsillos, ¡ah!, sorprendidos
exclaman, ¿pero a nosotros también?
Y propio
de un país de castas, la respuesta es: pues, no. Eso no es justo. Y aportan un
sinfín de argumentos para eludir el compromiso que por ridículos echan de
espaldas. Y pecando de la mayor soberbia, ni tienen en cuenta al funcionario,
ni al jubilado, y no digamos al parado. A este grupo es que ni le conocen.
-
Si quieren arruinar
la cultura, que el gobierno lo diga cuanto antes – dicen los del cine,
arremetiendo con una de sus pataletas.
Pero si se les pregunta, admiten
que son conscientes de que hay una crisis y que todos hemos de colaborar para
que no empeore. Así lo hacen público. Y esos pueden ser sus sinceros deseos,
siempre y cuando – esto no lo hacen público, claro – no les afecte a ellos
directamente.
Es decir, está muy bien eso de
apretarse el cinturón, pero lo mío que no me lo toquen.
Un amplísimo ejemplo de que hay
que apretarse el cinturón pero no el mío, son todas las autoridades estatales, sin
excepción, ayuntamientos y comunidades incluidos. Ni una sola de esas entidades
está dispuesta a ceder una sola de las dispensas acumuladas en los últimos
años. Y hacen las filigranas más complicadas para confundirnos y demostrarnos
que mirado con justicia, eso no va con ellos.
Y qué decir de los sindicatos. Otros
que viven de la sopa boba, y que tampoco están dispuestos a levantar el país
apretándose el cinturón. Claro que, no lo estuvieron durante las épocas da las
vacas gordas, ¿cómo lo van a estar ahora?
Y así todos esos grupos sociales
que vienen viviendo de subvenciones millonarias desde hace años.
Las crisis, cuando comienzan por
la economía, inmediatamente después traen consigo otros aspectos muy humanos.
Reprochables, pero muy humanos.
Nosotros, por ejemplo, como somos
un pueblo de castas tendemos a situarnos por encima de nuestro vecino, y para mantener
nuestra hidalguía procuramos no mezclarnos con otros círculos, porque siendo
inferiores no vayan a mancillarnos.
Así que para pagar están los
otros.
Son los aspectos colaterales de
la crisis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario