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sábado, 1 de septiembre de 2012

LA CRISIS (Salvador Moret)


Está en boca de todos, y aun así es posible que todavía quede alguien en suelo patrio que ignore que estamos metidos hasta el cuello en una crisis de caballo, aunque cabe dudarlo.
            Y como es cosa sabida por todos, pocos contradicen al gobierno cuando éste anuncia que hay que hacer ajustes y apretarse el cinturón. Pero, ¡ay!, pocos registran que eso de apretarse el cinturón vaya con ellos. A excepción de funcionarios y jubilados, a quienes por el artículo treinta y tres les marcaron el camino y ahí los tienen, pagando religiosamente sin quejarse y sin decir esta boca es mía.
            Pero cuando a otros colectivos más privilegiados – qué curioso, precisamente esos que disfrutan de mayores favores – han comenzado a tocarles los bolsillos, ¡ah!, sorprendidos exclaman, ¿pero a nosotros también?
            Y propio de un país de castas, la respuesta es: pues, no. Eso no es justo. Y aportan un sinfín de argumentos para eludir el compromiso que por ridículos echan de espaldas. Y pecando de la mayor soberbia, ni tienen en cuenta al funcionario, ni al jubilado, y no digamos al parado. A este grupo es que ni le conocen.
-          Si quieren arruinar la cultura, que el gobierno lo diga cuanto antes – dicen los del cine, arremetiendo con una de sus pataletas.
Pero si se les pregunta, admiten que son conscientes de que hay una crisis y que todos hemos de colaborar para que no empeore. Así lo hacen público. Y esos pueden ser sus sinceros deseos, siempre y cuando – esto no lo hacen público, claro – no les afecte a ellos directamente.
Es decir, está muy bien eso de apretarse el cinturón, pero lo mío que no me lo toquen.
Un amplísimo ejemplo de que hay que apretarse el cinturón pero no el mío, son todas las autoridades estatales, sin excepción, ayuntamientos y comunidades incluidos. Ni una sola de esas entidades está dispuesta a ceder una sola de las dispensas acumuladas en los últimos años. Y hacen las filigranas más complicadas para confundirnos y demostrarnos que mirado con justicia, eso no va con ellos.
Y qué decir de los sindicatos. Otros que viven de la sopa boba, y que tampoco están dispuestos a levantar el país apretándose el cinturón. Claro que, no lo estuvieron durante las épocas da las vacas gordas, ¿cómo lo van a estar ahora?
Y así todos esos grupos sociales que vienen viviendo de subvenciones millonarias desde hace años.
Las crisis, cuando comienzan por la economía, inmediatamente después traen consigo otros aspectos muy humanos. Reprochables, pero muy humanos.
Nosotros, por ejemplo, como somos un pueblo de castas tendemos a situarnos por encima de nuestro vecino, y para mantener nuestra hidalguía procuramos no mezclarnos con otros círculos, porque siendo inferiores no vayan a mancillarnos.
Así que para pagar están los otros.
Son los aspectos colaterales de la crisis.

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