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sábado, 7 de enero de 2012

FRAUDE (Salvador Moret)

¿Qué corre por las venas de la mayoría de esos personajes que dirigen las instituciones en España? Porque da grima oírles hablar. Así, sin el menor recato se permiten desafiar a la propia ley cuando algo no es de su agrado, y rápidamente pasan a la amenaza de incumplirla.
Entre tanto el ciudadano medio vegeta en constante desazón mientras ve cómo estos pájaros viven a cuerpo de rey, malgastan los caudales públicos como mejor les parece, hacen caso omiso de las normas establecidas y le amenazan con todos los medios a su alcance y algunos más.
De escándalo se puede hablar cuando diariamente la prensa descubre los abusos que estos tipos se permiten: escamoteo de millones de euros, actos de prevaricación, episodios de transgresión de funciones, favoritismos, corrupción de guante blanco y también del otro, tosco y falaz…
Y de escándalo se puede hablar también cuando todos estos desmanes salen a la luz… y no pasa nada.
Uno se pregunta dónde están los guardianes de la ley encargados de impedir que estos reyezuelos que se encuentran en las instituciones del estado, en las de la comunidad y en los ayuntamientos campen a sus anchas.
Mirando atrás observamos que precisamente porque nunca hubo un intento de pararles los pies a estos sinvergüenzas, los escándalos han ido incrementándose hasta el punto que lo recaudado ya resulta insuficiente, por eso aumentan constantemente los impuestos, si no, ¿cómo podrían mantener sus bacanales?
Así, por doquier surgen normas para que el ciudadano continúe financiando las fiestas de estos pillos. Cosa fácil, por lo demás. Lo más socorrido es precisamente subir los impuestos, puesto que está al alcance de la mano. Igual que crear una nueva tasa. O la subida de los servicios básicos, luz, gas, transporte… o restringir el límite de velocidad en la carretera, que también sirve para engrosar las arcas del estado.
Todo esto es obra de los políticos, que al contrario de lo que manifiestan, no están al servicio del ciudadano, sino que se toman su puesto como una profesión cualquiera, igual que otros son carpinteros, dependientes o camareros. Con la diferencia, claro está, que ellos hacen las leyes y al ciudadano le está vetado algo así.
Y estos que viven del pueblo, de tiempo en tiempo vienen con las amenazas. Encima. La más socorrida, de nuevo, es el fisco. Se olvidan de sus propios abusos, grandes y escandalosos, y se ponen a perseguir al pequeño defraudador.
Pero, viendo los ejemplos que nos muestran los políticos, ¿no será de sentido común que cada cual intente no ser menos?
Podrá no ser justo, pero sí comprensible. Son las administraciones quienes han de dar ejemplo, porque entonces les avalará no solo la ley sino también el reconocimiento moral.
Y mientras no sea así, no desaparecerá la frustración del ciudadano… y los intentos de defraudar.

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