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martes, 6 de diciembre de 2011

EL REGRESO (Salvador Moret)

Alfredo, después de más de veinte años en el extranjero, regresó a su España natal a punto de participar en las votaciones de la carta magna.
Él se marchó de España por una serie de motivos entre los que figuraba, en primer lugar, la expectativa de trabajar y recibir a cambio una compensación económica que le permitiera vivir dignamente.
Otros motivos eran conocer la vida en un lugar donde la autoridad no fuera tan rigurosa y que no estuviera plagada de privilegios.
Todo eso que buscaba lo encontró en ese lugar y con el tiempo hasta se habituó a costumbres que al principio, más que extrañas le parecieron horrorosas. No todas, claro, pero sí muchas de ellas.
Eso fue al principio. Después, cuando comenzó a comprender el origen de esas costumbres comprendió también el comportamiento de las personas, y desde entonces sus actitudes dejaron de parecerle extrañas. Y acabó aceptando su nuevo entorno como algo extraordinariamente agradable.
Pero los años de su juventud y su entorno, cuyos recuerdos siempre se mantuvieron frescos en su mente, se reavivaron cuando en España se anunciaban nuevos aires con aperturas significativas, y Alfredo pensó si no sería hora de participar en esa nueva onda que se veía venir. Y puso tanta ilusión en su proyecto que no tardó en tomar la decisión de regresar.
¡Ah, pero los sueños son solo eso, sueños! Tantos años ausente, la España que él recordaba ya no existía. Solo la buena voluntad que no le había abandonado, le hizo comprender que tenía que desandar el camino de veinte años antes.
Es decir, tuvo que asimilar el nuevo entorno. Nada fácil al principio, puesto que le parecía incomprensible encontrarse extraño en su propia tierra.
Entonces todavía no se percataba de que cada pequeña aceptación que asumió veinte años atrás en aquellas tierras inhóspitas, era una pequeña cesión de sus propias costumbres que él traía consigo.
Le costó lo suyo aceptar que se había desprendido de sus hábitos de juventud, porque siempre estuvo convencido de que eso no se perdía jamás.
Con el paso de los años y ante el deterioro que observaba en la sociedad española, comenzando por los políticos, involuntariamente su pensamiento regresaba ahora a esa otra sociedad que, no siendo la propia, comenzaba a añorar.
Pronto llegó a no poder evitar las comparaciones, porque no podía entender cómo era posible tener una administración tan complicada y unos políticos tan mediocres; una justicia tan compleja y tan lenta; una sociedad en general tan poco involucrada en los asuntos de vital importancia; unas regiones que no solamente renegaban manifiestamente de España, sino que se posicionaban y luchaban abiertamente en su contra…
Alfredo, cansado de tanto desconcierto y percibiendo que en España, como antaño, era el lugar idóneo para aquellos que solo buscan vivir sin trabajar, optó por marcharse de nuevo.

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