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miércoles, 10 de agosto de 2011

EL PAPA EN MADRID

Todavía no ha llegado, pero falta poco. El tiempo justo para que todos aquellos que quieren mantenerse en la cresta de la corriente actual se preparen para su recibimiento, que no es otro que poner trabas e inconvenientes para que quede constancia y el mundo entero sepa que aquí disfrutamos de libertad.

Los sindicatos ya han anunciado huelga en el metro – sin esclarecer muy bien el motivo de la queja, aunque todos lo conozcamos. Han anunciado también huelga del personal de tierra en el aeropuerto.

Poder discrepar, no importen los métodos a emplear, es signo de libertad.

Dos sectores clave para que los trescientos mil, ochocientos mil o tres millones de seguidores que durante la visita del Papa llegarán a Madrid encuentren ya en los primeros contactos dificultades, y posteriormente el máximo de apuros para sus desplazamientos por la capital.

¿A quién se quiere incordiar tomando estas medidas? ¿Al Papa o a sus seguidores? ¿A ambos? ¡Ah! que se quiere dejar constancia de que aquí disfrutamos de libertad. Vale.

¿Habrán pensado los profesionales de la zancadilla en la imagen que esos visitantes se llevarán de Madrid? ¿Habrán tenido en cuenta el dinero que esos mismos visitantes podrían dejar en las arcas del comercio de Madrid?

Probablemente, no. Y a lo mejor ni les importa. Lo cual sería triste, porque se podría especular que estos sindicatos no piensan en los suyos.

Y si es el caso contrario, es decir, que sí lo han tenido presente y no obstante no reparan en obstaculizar el movimiento normal de los visitantes, significa que los sindicatos actúan con mala fe… y continúan sin pensar en los suyos, porque en ambos casos perjudican a los que temen perder su puesto de trabajo, y por supuesto a los que lo están buscando.

Solamente por los aspectos terrenales, o sea, los beneficios que Madrid puede recibir por la llegada de esa multitud, los que aquí vivimos deberíamos ponerles la alfombra roja. Pero los hay que cuanto peor, mejor.

Tal vez si en vez del Papa, que llega con la cruz, llegara otra personalidad con la Media Luna, el recibimiento sería más acorde con el respeto que merece cualquier hombre de estado.

Así de justos e imparciales somos.

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